Nadie ni nada va a poder sacarme esos momentos. Todo cambió desde ese día. Te miré y morí un poco más sabiendo que iba a perderte y no había nada que pudiera hacer para evitarlo. Ése fue el destello de tristeza que había en mis ojos. El instante de silencio y las lágrimas que lloré antes de partir.
Pero fui feliz en esa ciudad. Fui tan feliz! Eso nunca voy a olvidarlo. Eso me cambió para siempre. Me devolvió la fuerza, la esperanza y la alegría a las que casi había renunciado. Ya no tengo miedo. Ahora sé que, pase lo que pase, hay pequeños momentos, pequeñas grandes sorpresas que hacen que absolutamente todo valga la pena.