Algunas heridas nunca sanan. Algunos errores son inevitables. Trato de aprovechar cada oportunidad pero nunca lo logro completamente. Siempre hay algo que se me escapa. A medida que van pasando los segundos, puedo sentir el aire volverse más y más pesado. Otros pueden pensar que vivir así de presionado por el tiempo es agotador, pero para mí es lo único que me mantiene con vida. Es como una competencia contra el tiempo, aunque sé que voy a perder.
Hay momentos en que lo olvido y peco de juventud. Tengo esa vitalidad, fuerza y valentía de los jóvenes que los lleva a pensar que no hay nada que no puedan lograr. Sin embargo, no puedo evitar sentirme morir a cada minuto.
Es por eso que odio dormir. No quiero llegar al final pensando que gasté años de mi vida durmiendo en vez de viviendo mis sueños. Algunos sueños son hermosos, mas toda su belleza y la alegría que pueden traer momentáneamente no son reales.
Viví una vida llena de momentos sublimes. Ahora mismo pienso en algunos de ellos y, si bien sé que son sólo recuerdos, no puedo dejar ir. Incluso cuando afirmaba que no había nacido para ser feliz sabía que estaba equivocada. Quizás la felicidad que experimenté fue efímera, pero fue tan real que aún en pensamientos puedo sentir destellos de ella.
Vivo sintiendo que se me está terminando el tiempo. Por más cierto que eso sea, sé que es demasiado temprano para tenerlo tan presente.
Tengo miedo todo el tiempo. Sé que la historia va llegando a su fin. Me aterra no encontrar la voluntad de querer comenzar una nueva historia. Me asusta una promesa que postergué hace unos años. Me conforta poder mirar hacia atrás hoy y decir que lo tuve todo. Aunque en unos años quizás mire hacia atrás y piense: qué sabía yo?
Me gusta intentar hacer posible todo lo que los demás dicen que es imposible. A veces, aunque sé cómo debería hacer las cosas, no puedo evitar hacerlas de otra forma. Quizás sea esa imprudencia consciente la que me cueste la vida. Tal vez no sepa ser otra cosa más que joven y estúpida.
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